Comunidades vulnerables

El cambio climático es un fenómeno propio y consecuencia de muchas acciones del ser humano, que ha adquirido una relevancia significativa en las últimas décadas, afectando no solo el entorno natural, sino también teniendo profundas implicaciones en las economías globales. A medida que los patrones climáticos cambian y los fenómenos extremos se vuelven más frecuentes, las economías demandan acciones inmediatas y comprometidas.

Pero, estos efectos, no tienen el mismo impacto en todos los lugares del mundo, sino que su impacto es desproporcionado. Es decir, afecta mucho más gravemente a las sociedades empobrecidas y, en efecto, el aumento en la frecuencia de estos desastres naturales agrava aún más estas disparidades. Esto se debe a interconexiones como: la pérdida de viviendas, el impacto agrícola o los costes de servicios y salud.

La vulnerabilidad de las poblaciones más pobres se aprecia en el momento en el que desastres como inundaciones o huracanes devastan todo el entorno de estas personas, las cuales ya de por sí tienen pocos recursos para subsistir, haciéndoles imposible reconstruir sus hogares (lo cual también hace que no tengan estabilidad económica). Esto es evitable dentro de lo que la propia naturaleza permita, en sociedades más avanzadas dado al desarrollo de sus zonas y viviendas. La falta de acceso a seguros y recursos financieros también hace de barrera para recuperarse económicamente.

Por otro lado, la agricultura les sirve a las personas más pobres como sustento, actividad que es especialmente vulnerable a eventos climáticos extremos, afectándoles directamente las sequías, inundaciones o cambios en los patrones de lluvia y llevándolos a la pérdida de cosechas (limita sus ingresos y seguridad en los alimentos).

El cambio climático no solo produce desastres naturales consigo, sino que acarrea enfermedades transmitidas por vectores o relacionadas con el calor. Estas tienen especial impacto en los países más empobrecidos por su falta de acceso a servicios sanitarios de calidad.

Todo lo mencionado anteriormente, se ve relejado por ejemplo en los últimos acontecimientos en República Dominicana, que ya cuenta con aproximadamente 30 decesos según fuentes oficiales, además de afectar a casi 7.500 viviendas y obligar a desplazarse a más de 37.000 personas. El país requerirá de especial esfuerzo por parte de las autoridades para lograr una recuperación económica, así como social tras la catástrofe.

En conclusión, el aumento en la frecuencia de desastres naturales relacionados con el cambio climático intensifica la carga sobre las personas pobres, agravando las desigualdades económicas y sociales. Abordar estas disparidades necesitan enfoques integrales que no solo debiliten los impactos del cambio climático, sino que también fortalezcan la resiliencia de las comunidades más vulnerables. La equidad en la respuesta y la adaptación al cambio climático es esencial para construir un futuro sostenible e inclusivo.

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